Gershwin & Mahler - Symphoniker Hannover en Bielefeld
Varias Fechas
Rudolf-Oetker-Halle
LAMPINGSTR. 16, Bielefeld,
No te pierdas el concierto "Gershwin & Mahler - Symphoniker Hannover en Bielefeld" el próximo Sábado 4 de Marzo de 2023 en Rudolf-Oetker-Halle, LAMPINGSTR. 16 a partir de las 19:00
Con los artistas:Gershwin
Jacob Gershovitz (Brooklyn, Nueva York, 26 de septiembre de 1898 - Beverly Hills, California, 11 de julio de 1937), George Gershwin, compositor estadounidense de música clásica y popular.
En un país que, hasta el final de la Primera Guerra Mundial, había dependido en el ámbito musical casi exclusivamente de modas, compositores e intérpretes llegados de Europa, George Gershwin fue el primero en hacer oír una voz inequívocamente autóctona, aunque capaz, al mismo tiempo, de conquistar el éxito fuera de las fronteras de su patria. Y lo hizo a través de unas obras en que hábilmente se sintetizaban elementos procedentes del jazz y de la tradición clásica, y que le permitieron destacar por igual en campos tan dispares como el de la música sinfónica y la popular.
Hijo de una familia de inmigrantes rusos de origen judío, su talento para la música se manifestó a temprana edad, cuando, mediante un voluntarioso aprendizaje autodidacto, aprendió a tocar el piano de oído. Ante su entusiasmo, su padre decidió hacerle estudiar en serio con un profesor, Charles Hambitzer, quien le descubrió el mundo sonoro de compositores como Liszt, Chopin o Debussy. Sin embargo, los grandes referentes de Gershwin en aquellos primeros años fueron Irving Berlin y Jerome Kern, los reyes de Broadway de la época gracias a sus canciones y sus comedias musicales. El deseo de triunfar como compositor en las salas de concierto, aunque latente entonces, no tomaría forma hasta años más tarde.
Así, abandonó en 1914 sus estudios para trabajar en unos almacenes de música en los que, sentado al piano, presentaba al público las melodías de moda. Pronto se animó él mismo a componer sus primeras canciones, algunas de las cuales consiguieron cierta popularidad y, sobre todo, le valieron la oportunidad de escribir su primer musical para Broadway, La, la, Lucille. Su inmediato éxito significó el verdadero comienzo de su carrera como compositor. A éste siguieron otros títulos como Lady Be Good, Oh Kay!, Funny Face, Girl Crazy y Of Thee I Sing, que contribuyeron a cimentar su fama y a convertirlo en un personaje aún más popular que sus admirados Kern y Berlín. A partir de la década de 1920, inició también la composición de otros trabajos destinados a las salas de concierto. Fecha señalada en este sentido fue la del 12 de febrero de 1924, cuando estrenó en el Aeolian Hall de Nueva York su Rhapsody in Blue, una pieza para piano y orquesta en la que de manera original se sintetizaban algunos elementos del jazz, como la síncopa, con otros de procedencia clásica. La obra fue polémica, sobre todo a causa de esa misma mezcla de estilos «serio» y «ligero» que constituye su esencia, pero en poco tiempo consiguió hacerse con un puesto en el repertorio de los mejores solistas y las más destacadas orquestas. El éxito no hizo olvidar a Gershwin sus numerosas lagunas técnicas, por lo que prosiguió sus estudios musicales con la intención de enriquecer su estilo y abordar metas más ambiciosas.
En 1925 llegó otra composición concertante, el Concierto para piano en fa, a la que siguió tres años más tarde la pieza sinfónica Un americano en París. La culminación de su carrera como compositor llegó en 1935 con la ópera Porgy and Bess, convincente retrato de la vida de una comunidad negra en el sur de Estados Unidos, en la que el autor, fiel a su estilo, sintetizó las dos tradiciones que conocía: la estadounidense, representada por el jazz y el espiritual, y la sinfónica europea. A pesar de algunas dificultades iniciales, Porgy and Bess se impuso rápidamente en los escenarios de todo el mundo, hasta el punto de que hoy es la ópera estadounidense por antonomasia. Gershwin, sin embargo, no pudo disfrutar durante mucho tiempo de su éxito: un tumor cerebral truncó prematuramente su vida, privando a la música estadounidense de uno de sus compositores más representativos y universales.
En un país que, hasta el final de la Primera Guerra Mundial, había dependido en el ámbito musical casi exclusivamente de modas, compositores e intérpretes llegados de Europa, George Gershwin fue el primero en hacer oír una voz inequívocamente autóctona, aunque capaz, al mismo tiempo, de conquistar el éxito fuera de las fronteras de su patria. Y lo hizo a través de unas obras en que hábilmente se sintetizaban elementos procedentes del jazz y de la tradición clásica, y que le permitieron destacar por igual en campos tan dispares como el de la música sinfónica y la popular.
Hijo de una familia de inmigrantes rusos de origen judío, su talento para la música se manifestó a temprana edad, cuando, mediante un voluntarioso aprendizaje autodidacto, aprendió a tocar el piano de oído. Ante su entusiasmo, su padre decidió hacerle estudiar en serio con un profesor, Charles Hambitzer, quien le descubrió el mundo sonoro de compositores como Liszt, Chopin o Debussy. Sin embargo, los grandes referentes de Gershwin en aquellos primeros años fueron Irving Berlin y Jerome Kern, los reyes de Broadway de la época gracias a sus canciones y sus comedias musicales. El deseo de triunfar como compositor en las salas de concierto, aunque latente entonces, no tomaría forma hasta años más tarde.
Así, abandonó en 1914 sus estudios para trabajar en unos almacenes de música en los que, sentado al piano, presentaba al público las melodías de moda. Pronto se animó él mismo a componer sus primeras canciones, algunas de las cuales consiguieron cierta popularidad y, sobre todo, le valieron la oportunidad de escribir su primer musical para Broadway, La, la, Lucille. Su inmediato éxito significó el verdadero comienzo de su carrera como compositor. A éste siguieron otros títulos como Lady Be Good, Oh Kay!, Funny Face, Girl Crazy y Of Thee I Sing, que contribuyeron a cimentar su fama y a convertirlo en un personaje aún más popular que sus admirados Kern y Berlín. A partir de la década de 1920, inició también la composición de otros trabajos destinados a las salas de concierto. Fecha señalada en este sentido fue la del 12 de febrero de 1924, cuando estrenó en el Aeolian Hall de Nueva York su Rhapsody in Blue, una pieza para piano y orquesta en la que de manera original se sintetizaban algunos elementos del jazz, como la síncopa, con otros de procedencia clásica. La obra fue polémica, sobre todo a causa de esa misma mezcla de estilos «serio» y «ligero» que constituye su esencia, pero en poco tiempo consiguió hacerse con un puesto en el repertorio de los mejores solistas y las más destacadas orquestas. El éxito no hizo olvidar a Gershwin sus numerosas lagunas técnicas, por lo que prosiguió sus estudios musicales con la intención de enriquecer su estilo y abordar metas más ambiciosas.
En 1925 llegó otra composición concertante, el Concierto para piano en fa, a la que siguió tres años más tarde la pieza sinfónica Un americano en París. La culminación de su carrera como compositor llegó en 1935 con la ópera Porgy and Bess, convincente retrato de la vida de una comunidad negra en el sur de Estados Unidos, en la que el autor, fiel a su estilo, sintetizó las dos tradiciones que conocía: la estadounidense, representada por el jazz y el espiritual, y la sinfónica europea. A pesar de algunas dificultades iniciales, Porgy and Bess se impuso rápidamente en los escenarios de todo el mundo, hasta el punto de que hoy es la ópera estadounidense por antonomasia. Gershwin, sin embargo, no pudo disfrutar durante mucho tiempo de su éxito: un tumor cerebral truncó prematuramente su vida, privando a la música estadounidense de uno de sus compositores más representativos y universales.
Mahler
Gustav Mahler (Kaliste, actual República Checa, 7 de julio de 1860 - Viena, 18 de mayo de 1911) fue un compositor y director de orquesta austriaco.
Mahler fue más conocido en vida como uno de los más importantes directores de orquesta y de ópera de su momento, pero después ha venido a ser reconocido como uno de los compositores post-románticos más importantes - un logro admirable para alguien cuya madura creatividad se concentró en sólo dos géneros: la canción y la sinfonía. Además de sus nueve sinfonías terminadas, sus principales obras son los ciclos de canciones Lieder eines fahrenden Gesellen (Canciones del Camarada errante) y Kindertotenlieder (Canciones de la Muerte de los Niños) y la síntesis de sinfonía y ciclo de canciones que es Das Lied von der Erde (La Canción de la Tierra).
Uno de los músicos que anuncian y presagian en su obra de manera más lúcida y consecuente todas las contradicciones que definirán el desarrollo del arte musical a lo largo del siglo XX.
Aunque como intérprete fue un director que sobresalió en el terreno operístico, como creador centró todos sus esfuerzos en la forma sinfónica y en el lied (canción de cámara), e incluso en ocasiones conjugó en una partitura ambos géneros. Él mismo advertía que componer una sinfonía era «construir un mundo con todos los medios posibles», por lo que sus trabajos en este campo se caracterizaban por una manifiesta heterogeneidad, por introducir elementos de distinta procedencia (apuntes de melodías populares, marchas y fanfarrias militares...) en un marco formal heredado de la tradición clásica vienesa. Esta mezcla, con las dilatadas proporciones y la gran duración de sus sinfonías, y con el empleo de una armonía disonante que iba más allá del cromatismo utilizado por Wagner en su Tristán e Isolda, contribuyeron a generar una corriente de hostilidad general hacia su música, a pesar del decidido apoyo de una minoría entusiasta, entre ella los miembros de la Segunda Escuela de Viena, de los que Mahler puede considerarse el más directo precursor.
Su revalorización, al igual que la de su admirado Anton Bruckner, fue lenta y se vio retrasada por el advenimiento del nazismo al poder en Alemania y Austria: por su doble condición de compositor judío y moderno, la ejecución de la música de Mahler fue terminantemente prohibida. Sólo al final de la Segunda Guerra Mundial, y gracias a la labor de directores como Bruno Walter, Otto Klemperer y Leonard Bernstein, sus sinfonías empezaron a hacerse un hueco en el repertorio de las grandes orquestas.
Son diez las sinfonías de su catálogo, si bien la última quedó inacabada a su muerte. De ellas, las números 2, 3, 4 y 8 –la única que le permitió saborear las mieles del triunfo en su estreno– incluyen la voz humana, según el modelo establecido por Beethoven en su Novena. A partir de la Quinta, su música empezó a teñirse de un halo trágico que alcanza en la Sexta, en la Novena y en esa sinfonía vocal que es La canción de la tierra, su más terrible expresión.
La Décima Sinfonía, de la cual Mahler sólo completó el Adagio, fue objeto de "reconstrucción" por el musicólogo y estudioso de Mahler Deryck Cooke. Éste consiguió que Alma, la viuda del compositor, levantara en 1960 la prohibición que pesaba sobre los bocetos que Mahler dejó del resto de los movimientos. A partir de esos bocetos, Cooke elaboró una "posible o más que probable" versión de la obra. Existe una grabación de esa versión "completada" por Sir Simon Rattle al frente de la Berliner Philharmoniker (EMI Classics).
Sus sinfonías tercera y quinta fueron usadas en la banda sonora de la película Muerte en Venecia (Morte a Venezia, 1971), del afamado director italiano Lucchino Visconti.
Mahler fue más conocido en vida como uno de los más importantes directores de orquesta y de ópera de su momento, pero después ha venido a ser reconocido como uno de los compositores post-románticos más importantes - un logro admirable para alguien cuya madura creatividad se concentró en sólo dos géneros: la canción y la sinfonía. Además de sus nueve sinfonías terminadas, sus principales obras son los ciclos de canciones Lieder eines fahrenden Gesellen (Canciones del Camarada errante) y Kindertotenlieder (Canciones de la Muerte de los Niños) y la síntesis de sinfonía y ciclo de canciones que es Das Lied von der Erde (La Canción de la Tierra).
Uno de los músicos que anuncian y presagian en su obra de manera más lúcida y consecuente todas las contradicciones que definirán el desarrollo del arte musical a lo largo del siglo XX.
Aunque como intérprete fue un director que sobresalió en el terreno operístico, como creador centró todos sus esfuerzos en la forma sinfónica y en el lied (canción de cámara), e incluso en ocasiones conjugó en una partitura ambos géneros. Él mismo advertía que componer una sinfonía era «construir un mundo con todos los medios posibles», por lo que sus trabajos en este campo se caracterizaban por una manifiesta heterogeneidad, por introducir elementos de distinta procedencia (apuntes de melodías populares, marchas y fanfarrias militares...) en un marco formal heredado de la tradición clásica vienesa. Esta mezcla, con las dilatadas proporciones y la gran duración de sus sinfonías, y con el empleo de una armonía disonante que iba más allá del cromatismo utilizado por Wagner en su Tristán e Isolda, contribuyeron a generar una corriente de hostilidad general hacia su música, a pesar del decidido apoyo de una minoría entusiasta, entre ella los miembros de la Segunda Escuela de Viena, de los que Mahler puede considerarse el más directo precursor.
Su revalorización, al igual que la de su admirado Anton Bruckner, fue lenta y se vio retrasada por el advenimiento del nazismo al poder en Alemania y Austria: por su doble condición de compositor judío y moderno, la ejecución de la música de Mahler fue terminantemente prohibida. Sólo al final de la Segunda Guerra Mundial, y gracias a la labor de directores como Bruno Walter, Otto Klemperer y Leonard Bernstein, sus sinfonías empezaron a hacerse un hueco en el repertorio de las grandes orquestas.
Son diez las sinfonías de su catálogo, si bien la última quedó inacabada a su muerte. De ellas, las números 2, 3, 4 y 8 –la única que le permitió saborear las mieles del triunfo en su estreno– incluyen la voz humana, según el modelo establecido por Beethoven en su Novena. A partir de la Quinta, su música empezó a teñirse de un halo trágico que alcanza en la Sexta, en la Novena y en esa sinfonía vocal que es La canción de la tierra, su más terrible expresión.
La Décima Sinfonía, de la cual Mahler sólo completó el Adagio, fue objeto de "reconstrucción" por el musicólogo y estudioso de Mahler Deryck Cooke. Éste consiguió que Alma, la viuda del compositor, levantara en 1960 la prohibición que pesaba sobre los bocetos que Mahler dejó del resto de los movimientos. A partir de esos bocetos, Cooke elaboró una "posible o más que probable" versión de la obra. Existe una grabación de esa versión "completada" por Sir Simon Rattle al frente de la Berliner Philharmoniker (EMI Classics).
Sus sinfonías tercera y quinta fueron usadas en la banda sonora de la película Muerte en Venecia (Morte a Venezia, 1971), del afamado director italiano Lucchino Visconti.
Preguntas relacionadas con Gershwin & Mahler - Symphoniker Hannover en Bielefeld
¿En qué lugar se realiza el concierto Gershwin & Mahler - Symphoniker Hannover en Bielefeld?
El concierto se realiza en Rudolf-Oetker-Halle en Alemania.
¿Dónde es el concierto de Gershwin?
El concierto es en Rudolf-Oetker-Halle.
¿Dónde actúa Mahler?
Actuará en Rudolf-Oetker-Halle.
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