Dos mujeres discapacitadas... Pero no discapacitadas. Dos mujeres que creyeron ingenuamente en el destino que se esperaba de/para ellas. Dos mujeres absolutamente frustradas y acusadas de no alcanzar un estatus social, económico y "romántico" que ansiaban y creían merecer, al menos en algún momento de sus vidas. La frustración y la culpa derivan directamente en violencia y ira, una desesperación que trastorna el juicio y el sentido de la realidad, y con ello la construcción de un universo o realidad con reglas propias que se convierte en infierno. Pero sí, en un infierno conocido. Y como marco infinito, tanto físico como mental, real y espiritual, se erige Ferrol. Un Ferrol vivido y vivencial, un Ferrol como espacio impreciso, más interior que exterior, que todo lo colorea con su especial personalidad de ciudad irrepetible en un país irrepetible en el espacio y el tiempo, tan irrepetible como inexistente.