Vale la pena pensar en Pantaje como en una palabra antigua y desaparecida, una habitación furiosa en blanco y negro o apenas el esfuerzo de cuatro tipos por cantar los secretos terrores del corazón, el deporte de extender las vergüenzas como una sábana en el tendedero de cara a los vecinos de enfrente. Un puñado de canciones por un puñado de monedas, como ha sido siempre desde que los hechiceros inventaron el rock'n'roll.Desert Vipers viene del corazón árido del rock, donde el blues se retuerce con psicodelia y las guitarras rugen como tormentas del desierto. Desde Valencia al mundo, esta banda emergente —con dos EPs y en el principio de su gira— convierte cada escenario en un ritual salvaje y elegante. Crudos, intensos y libres. Desertaje no es solo una gira: es una invocación. Dos bandas distintas y el mismo impulso primitivo de subirse a un escenario como quien prende fuego a un mueble viejo para espantar al frío. Aquí no hay promesas vacías, solo canciones como cicatrices, distorsión como plegaria y una verdad sudorosa que no cabe en los discos. Es el canto desafinado de lo que no se atreve a morir, una noche para mirar de frente al abismo y brindar con él. Bienvenides.