Todas las bailarinas crecen en el estudio. Todas hacen el cambio de niñas en el mundo de las fantasías a adultas en el mundo de las realidades corporeizando el ballet.Solo se llega a ser bailarina profesional si se profesa un amor sublimado por este arte y por lo que él exige de ti, un amor que pide, como toda fantasía romántica, lo imposible. Es quizás en el segundo acto de los grandes ballets románticos donde esta tragedia se sintetiza con mayor intensidad: la oscuridad y su belleza, las princesas cisne, las sílfides, las willies, la muerte, la inocencia eterna.Uno de los conflictos que se adivina en las trayectorias de las artistas implicadas en esta creación y que también se derrama en el acto blanco es el sacrificio de la inocencia o su eternización al precio de la vida. Desde el contexto de fantasía y oscuridad que nos brinda el segundo acto en el ballet clásico y con una cierta idea de segunda parte en la vida de estas intérpretes, esta creación se quiere convertir en una exploración de la identidad alterada de cada una de ellas, imprimiendo sobre una narrativa documental y autobiográfica, una exploración poética, y necesariamente nunca conclusiva, acerca del lugar donde la danza clásica habita en ellos.