Se respira en el jardín como en un bosque y se quiere estar en el teatro como en el mundo. Pero ni el jardín es la Naturaleza ni el teatro es el mundo.

Alguien prepara los jardines para disfrutar de un pedazo organizado de naturaleza, en su origen salvaje y llena de peligros.

En el teatro alguien ordena las palabras y las imágenes en un discurso que dibuja una lógica que parece una respuesta.

Pero así como cuando abandono el jardín y entro en el bosque, cuando salgo del teatro y vuelvo al mundo, toda la ilusión se esfuma y el mundo que aparece de nuevo ante mis ojos se vuelve indomable, peligroso y siempre incomprensible.

Se respira en el jardín como en un bosque es una pieza de teatro que es esencialmente un ejercicio escénico para una sola persona. Quien asiste a la obra ocupa el rol de intérprete y de público consecutivamente.

En esta pieza se proponen los dos roles fundamentales del hecho teatral: alguien mira en silencio mientras alguien lleva a cabo una acción sobre el escenario. Y a partir de esta convención teatral primitiva, que ha perdurado durante miles de años hasta nuestros días, se propone un juego escénico a través de una narración sostenida por simples movimientos que confrontan al participante con la convención representada.

En esta experiencia se apuntan algunas cuestiones acerca de la realidad cómo un artefacto de la imaginación, su materialización y construcción y por qué nos encanta observar en silencio, al igual que hacemos cuando vamos al teatro, el artificio del mundo que hemos creado.