Lejos del romanticismo, fugitivas ya las pasiones que pensamos eternas, queda el corazón expuesto en sus heridas , las que dejan este mapa de cicatrices que llamamos vivir.

Un dolor que no coincide siempre con la belleza, que puede ser violento, vulgar, irrisorio. Que toma la apariencia de dioses caprichosos que disparan erráticas flechas que nos atraviesan cuando estamos desprevenidos, como la muerte. El amor y su reverso , la ruptura, el desgarro entre el deseo y la realidad, lo que podía haber sido y no fue, los trenes perdidos, el naufragio en nuestra soledad, el refugio en el alcohol, la depresión, los ansiolíticos y, finalmente, la nostalgia, la que nos conduce hacia dónde es, en la carne del actor.