Los españoles fueron los primeros presos en entrar en Mathausen y los últimos en salir. Tuvieron que lucir como distintivo el "triángulo azul" de los apátridas porque Francisco Franco no quiso repatriarlos cuando los alemanes se lo propusieron. Fueron forzados en las canteras, llevados a los crematorios, asesinados...
Gracias a un pequeño grupo de presos y en especial gracias al fotógrafo Francesc Boix, el mundo pudo conocer de primera mano los horrores vividos en Mathausen. Fotografías que lograron sacar del campo con riesgo de sus vidas y que sirvieron como pruebas en los juicios posteriores.
La obra refleja la dura realidad, pero también llevaron a cabo un modesto espectáculo, con muy pocos medios que consigue rebajar la tensión de la trama principal, asemejando por momentos el conjunto a un espectáculo de cabaret.