En medio de un invernadero poético, una selva en miniatura, una mujer que no duerme hace tiempo, se entrega a la caída, al fango, y nos cuenta -y se cuenta a sí misma- los detalles de ese abismo floral en el que ha resbalado. Un duelo brillando en la oscuridad. Ahora es un vegetal nadando en alcohol, discapacitada de sol, buscando florecer de nuevo. Trasplantarse duele mucho, mover la tierra de entre las raíces, extirpar... Pero en este divagar profuso de hojas, flores, enredaderas y palabras, como en un embrujo, va desenredando su historia. El terreno ya está listo. De todo ese barro, algo nuevo va a florecer.