El industrial chocolatero Antoni Amatller compró una finca en el número 101 (después 41) del Passeig de Gràcia de Barcelona: una casa de planta baja y cuatro pisos con jardín. Amatller encargó la remodelación a Josep Puig i Cadafalch y así es como comienza la historia de una de las casas más emblemáticas de la ciudad. La intervención del arquitecto dio lugar a una transformación radical del edificio. Puig i Cadafalch supo combinar la arquitectura modernista, basada en el uso de las artes tradicionales, con un estilo neogótico y un insólito acabado escalonado inspirado en las casas de los Países Bajos. Puig i Cadafalch contó, además, con los mejores artistas de la época, como Jujol. La casa conserva todo el mobiliario y decoración originales, además de una importante colección de vidrio arqueológico. Y es que además de empresario, ¿sabías que los chocolates Amatller continúan elaborándose hoy en día?. Al final de la visita te obsequiarán con un regalo de chocolate.